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miércoles, 25 de junio de 2014

De los sesgos del inversionista a los sesgos del analista futbolero


De los sesgos del inversionista a los sesgos del analista futbolero

Todo el sentimiento patrio sale a flote en este momento por causa y efecto de la Selección Colombia. Ya se habla de hazaña, y bien merecido tienen los muchachos de la selección este momento: para eso sacrifican gran parte de su vida en concentraciones, viajes, tiempo sin su familia —bien sea la materna o su familia actual— y deben volverse adultos antes que el resto de humanidad. Eso es lo que hace la diferencia entre un deportista de alto rendimiento y nosotros, el resto de los mortales.

¿La selección juega bien? Si. ¿Tiene ganas de triunfar? También. ¿Tiene actitud y talento? Por supuesto. Eso nadie lo rebate. ¿Nos hace pensar en que pueden lograr algo grande? Sin ninguna duda. Están para cosas inmensas, inconmensurables, grandiosas y apoteósicas. Ya lo han demostrado, y queda mucho camino por delante.

Pero —y siempre pero— a los colombianos nos está pasando lo que a muchos inversionistas en los mercados financieros —plop, este tipo cómo es capaz de pasar de hablar de la selección a los mercados financieros…caradura, dirían en la parte sur del continente—. Y es humano y por eso muchas veces los golpes de la vida duelen mucho. En el fútbol y en los mercados. La sicología del inversionista nos ha mostrado que llegado un momento, el inversionista quiere más, no le basta con lo alcanzado. Los analistas de fútbol (y algunos hinchas radicales que piensan que cualquier llamado a la cautela es “echarle la sal a la selección”) dirían que no podemos ser conformistas y que no se puede cortar esa “hambre de triunfo” y que no podemos derrotarnos antes de jugar el próximo partido. 

He visto, sin embargo, que a nivel futbolístico empieza a funcionar el tema de codicia que es tan perverso en inversiones. Al que no recuerde que es, se lo resumo: ese que empieza a cegarnos cuando los mercados financieros suben y suben y pareciera que no fueran a dejar de ir al alza; y no se entienden razones para pensar en parar.

Vuelo al fútbol: ayer en la noche escuchaba decir a un analista futbolero que “creo que esta selección está para jugar siete partidos en este mundial” (al que no sepa, del primer partido en la primera ronda, al partido de la final, hay siete partidos; lo que significa que la selección que quede campeona juega siete partidos). Sin embargo, recordemos que el objetivo inicial con el que íbamos a Brasil era pasar a los octavos de final. Ya estamos ahí. Claro, si podemos seguir avanzando, mucho mejor, todos nos pondremos felices. Ustedes y yo celebraremos, gritaremos cada gol. Pero empiezo a observar a muchos que creen que si nos quedamos en octavos es una tragedia, sería un descalabro, un fracaso mundialista. No, no hay tal. El objetivo con el que íbamos ya se logró. Para adelante, todo es ganancia y seguirá superando todo lo que ya hemos hecho en un mundial de fútbol. Y ojalá así sea, y si jugamos la final, bienvenida. ¿A quién no le gustaría?

¿Qué pasa en inversiones? Muchas personas diseñan su inversión pensando en que quiero un retorno de tanto por ciento. Así, compran una acción y se ponen un objetivo. Pero cuando se llega al objetivo, empieza a funcionar dentro del inversionista el sentimiento de codicia de querer lograr más (ya no nos conformamos con los octavos, queremos la final). Y entonces, en vez de tomar la ganancia lograda, espera a que la acción siga subiendo de precio. Y cuando llega la corrección en los precios, el sentimiento de tragedia, descalabro, fracaso (¿vieron estas palabras anteriormente?) se apodera del inversionista. Y piensa que todo es perdido. ¿Por qué sucede esto? Básicamente porque se olvidaron los objetivos iniciales y empezó a funcionar un sentimiento que nos cegaba, a eliminar de nuestra cabeza información que iba en contra de nuestras creencias (que la acción iba a subir indefinidamente), porque empezamos a hacer oídos sordos a lo que no confirmara nuestra expectativa, porque nos dio exceso de confianza (aquel sentimiento que nos lleva a pensar que podemos actuar más rápido que el resto de los humanos ante una noticia que afecte los mercados), entre otras cosas. 

En resumen, empezaron a funcionar los sesgos que los académicos de la sicología del inversionista atribuyen a las malas decisiones de inversión. Y ojalá, esos mismos, por el bien de este país, no se trasladen en masa a nosotros, los simples hinchas de la selección Colombia.  

viernes, 20 de junio de 2014

Patología del inversionista en la bolsa de USA


Patología del inversionista en la bolsa de USA

Los estudios de Sicología del Inversionista muestran que, en un momento como el actual, los sentimientos de codicia de los inversionistas deben estar en un punto máximo, al igual que el nivel de los índices accionarios en Estados Unidos. Investigaciones de muchos años han mostrado que en la cabeza de un inversionista se debe en este momento estar activando una adrenalina similar a la que tiene un adicto ante el consumo de una droga sicotrópica. Es decir, muchos inversionistas se dejan llevar por la fuerte emoción que les genera invertir en un activo muy valorizado, olvidando que con cada nivel mayor que vaya alcanzando la bolsa norteamericana, la posibilidad de una valorización adicional se va volviendo más pequeña —y olvidando que rendimientos pasados no explican los rendimientos futuros—

Pero a lo largo de muchos años se ha visto que es en momentos como el actual en el que entran mayores recursos de personas naturales a este tipo de activos valorizados. Si el inversionista siguiera la racionalidad que rige la teoría de portafolios, en este momento no solo no estaría comprando acciones en USA, sino que podría estarlas vendiendo. Pero muy pocos inversionistas deben estar haciendo esto. Por lo menos no los inversionistas naturales, los cuales sufren mucho más de los sesgos que la sicología ha aportado al estudio de las finanzas.

En términos sencillos, lo que debe pasar por la cabeza de un inversionista de acciones estadounidenses es lo mismo que un jugador de casino que ha tenido una buena racha: ha aumentado su confianza, cree que descubrió como “ganarle a la casa”, y muy probablemente apueste mas. Pero se sabe que si el jugador de casino entra en la racha negativa, su cerebro activará alguna función que le indicará que para recuperar lo perdido, debe incluso apostar mucho más fuerte. El resultado será, con casi total seguridad, que no solo no recuperará lo perdido, sino que podría terminar perdiendo una cantidad mucho mayor. Y con un remordimiento de conciencia grande, pues sacará una conclusión del tipo “sabía que esto iba a suceder”, lo cual, en la ciencia de sicología del inversionista, se conoce como el sesgo de la retrospectiva —sí, es aquel que todos tenemos, en el cual sabíamos que algo iba a suceder, pero que no hicimos nada por evitarlo. ¿Realmente sabíamos que iba a suceder con tanta certeza como lo estamos afirmando?—

El inversionista, generalmente, sigue un patrón similar al apostador del casino: habiendo ganado, decide apostar mas, en vez de retirarse en el momento adecuado. Y luego, si lo toma la parte negativa del mercado, para tratar de volver al nivel que tenía anteriormente, termina tomando, incluso, mayor riesgo del que su perfil lo permite.

Pienso mucho en lo difícil que es para los asesores financieros este momento, pues muchos no saben si comprar o vender. Lo mejor, es pensar con la cabeza lo más fría posible, mirar los pros y contras de cada decisión, y evaluar muy bien los escenarios que se puedan presentar.

Capacidad y disposición al riesgo


Capacidad y disposición al riesgo
Al diseñar portafolios de inversión, una de las variables más importantes (que quizá sea la más importante), es el riesgo; generalmente entendido como la volatilidad que pueden presentar los retornos potenciales del portafolio. La premisa básica dice que, si usted es una persona joven, puede tomar mayor riesgo, mientras que si es una persona mayor, debería tomar menos riesgo. Sin embargo, este concepto no puede ser tomado de forma absoluta, vamos a ver el porqué.
Suponga dos personas iguales, en un caso extremo gemelos, que tengan la misma edad. Para nuestro efecto, diremos que ambos tienen 35 años. Sí, son personas jóvenes, que hasta su fecha de retiro tienen por delante cerca de 30 años, lo que nos llevaría a pensar que pueden tomar posiciones de riesgo dentro de sus portafolios. Pero, como mencioné arriba, esto no es absoluto.
La capacidad y la disposición a tomar riesgo son dos cosas muy diferentes. Puede que nuestros gemelos de arriba tengan la disposición, ambos, a tomar riesgo. Si uno de los gemelos es soltero, con un ingreso estable, sin deudas, con un monto de ahorro alto, su capacidad de tomar riesgo es, también, muy alta. Pero, si el otro gemelo tiene ingresos variables (ej, provienen de comisiones por ventas, donde un mes puede ser muy alto y al siguiente muy bajo), tiene deudas periódicas (suponga que tiene dos hijos en el colegio y, además, debe pagar el crédito de vivienda), y su ahorro es moderado, su capacidad de tomar riesgo es baja. 
En el ejemplo anterior, son claros varios elementos: puede que a los dos les gusten las acciones, pero para el segundo no es recomendable la toma de riesgo. Él debería optar por la estabilidad y que sus recursos estén relativamente seguros, pues si algún día por X o Y motivo pierde su trabajo, debe cubrir con sus ahorros los gastos periódicos. El gemelo uno, puede tomar todo el riesgo, pues es más que claro que sus obligaciones son menores.
Sí, los resultados en el largo plazo serán diferentes. Eso nadie lo duda, pero parte de lo que implica asesorar financieramente a una persona asa por entender su situación y hacerle entender efectos de las decisiones. De eso se trata todo el tema de asesoría: de asesorar (suena redundante, pero esa es la esencia). Aunque al gemelo dos le gusten las acciones, se debe hacer notar que no es lo más recomendable, dada la situación que enfrenta. Y tener claro, muy claro, que disposición y capacidad no son la misma cosa. De hecho, pueden distar mucho.

viernes, 6 de junio de 2014

Tasa de interés negativa en Europa


Tasa de interés negativa en Europa

La decisión del Banco Central Europeo, de incluir una tasa de interés negativa, tiene una gran justificación de fondo: desestimular el ahorro, daño paso a la posibilidad de compra. ¿Esto no parece ilógico?, sería la pregunta que se hace cualquier persona del común. La respuesta, en este caso, es que no.

Si bien la economía es una ciencia que se basa en preceptos que muchas veces parecen absolutos, la verdad es que todo tiende a ser altamente relativo. Es cierto, y muchas veces lo hemos escuchado, que el ahorro es la base de la inversión futura, y que algunos de los desequilibrios más grandes provienen cuando una economía, teniendo que financiar muchas cosas, se encuentra sin ahorro. Por eso, nos venden como el mundo ideal el nivel de ahorro de las sociedades asiáticas, que es lo que les ha permitido sustentar los altos niveles de crecimiento en los últimos 30 o 40 años.

Eso que acabo de explicar es cierto, más sin embargo la historia de Europa se parce más a Japón que a la de Corea del Sur. Ante una perspectiva de deflación (inflación negativa), el consumo se resiente y salir de esto toma tiempo, dinero y un gran esfuerzo. Cuando los precios cambian de forma negativa, parece un buen mundo pero en realidad es muy malo: si mañana algo vale menos que hoy, qué incentivo se tiene a comprar hoy? Y si pasado mañana, algo vale menos que mañana, qué incentivo se tiene para comprar mañana?   Si esto se sigue repitiendo indefinidamente, se entenderá que no hay compra hoy ni mañana ni pasado mañana, y así sucesivamente.

En sociedades que demográficamente se están envejeciendo, como Japón y Europa, el efecto es más marcado pues, por definición, los viejos son menos impulsivos (salvo excepciones) a comprar que los jóvenes. Así, mientras el joven quiere lo último disponible, el viejo es mucho más medido en estos temas (basta poner un ejemplo que se puede ver en la calle de cualquier ciudad: miren los teléfonos móviles de viejos y jóvenes a ver quiénes tienen el último modelo).

Por tal razón, evitar a toda costa una deflación parece que es lo que se propone el BCE. Y si bien el ahorro es importante, lo es aún más el hecho que el consumo representa, para una economía como Europa, entre el 65% y 70% de su Producto Interno Bruto. Es decir, si muere el consumo dinámico, preocupémonos por un buen rato de Europa, así como Japón no pareció dar muchas señales de vida durante más de 20 años. Si no lo creen, miren cuánto era l nivel del índice Nikkei en 1990 y miren cuánto era 20 años después. Y solo para aclarar: un índice accionario refleja el valor de las empresas que lo componen. Menor índice, menor valor de las empresas.  Así de sencillo.