De los sesgos del inversionista a los sesgos del analista futbolero
Todo el sentimiento patrio sale a flote en este momento por causa y efecto de la Selección Colombia. Ya se habla de hazaña, y bien merecido tienen los muchachos de la selección este momento: para eso sacrifican gran parte de su vida en concentraciones, viajes, tiempo sin su familia —bien sea la materna o su familia actual— y deben volverse adultos antes que el resto de humanidad. Eso es lo que hace la diferencia entre un deportista de alto rendimiento y nosotros, el resto de los mortales.
¿La selección juega bien? Si. ¿Tiene ganas de triunfar? También. ¿Tiene actitud y talento? Por supuesto. Eso nadie lo rebate. ¿Nos hace pensar en que pueden lograr algo grande? Sin ninguna duda. Están para cosas inmensas, inconmensurables, grandiosas y apoteósicas. Ya lo han demostrado, y queda mucho camino por delante.
Pero —y siempre pero— a los colombianos nos está pasando lo que a muchos inversionistas en los mercados financieros —plop, este tipo cómo es capaz de pasar de hablar de la selección a los mercados financieros…caradura, dirían en la parte sur del continente—. Y es humano y por eso muchas veces los golpes de la vida duelen mucho. En el fútbol y en los mercados. La sicología del inversionista nos ha mostrado que llegado un momento, el inversionista quiere más, no le basta con lo alcanzado. Los analistas de fútbol (y algunos hinchas radicales que piensan que cualquier llamado a la cautela es “echarle la sal a la selección”) dirían que no podemos ser conformistas y que no se puede cortar esa “hambre de triunfo” y que no podemos derrotarnos antes de jugar el próximo partido.
He visto, sin embargo, que a nivel futbolístico empieza a funcionar el tema de codicia que es tan perverso en inversiones. Al que no recuerde que es, se lo resumo: ese que empieza a cegarnos cuando los mercados financieros suben y suben y pareciera que no fueran a dejar de ir al alza; y no se entienden razones para pensar en parar.
Vuelo al fútbol: ayer en la noche escuchaba decir a un analista futbolero que “creo que esta selección está para jugar siete partidos en este mundial” (al que no sepa, del primer partido en la primera ronda, al partido de la final, hay siete partidos; lo que significa que la selección que quede campeona juega siete partidos). Sin embargo, recordemos que el objetivo inicial con el que íbamos a Brasil era pasar a los octavos de final. Ya estamos ahí. Claro, si podemos seguir avanzando, mucho mejor, todos nos pondremos felices. Ustedes y yo celebraremos, gritaremos cada gol. Pero empiezo a observar a muchos que creen que si nos quedamos en octavos es una tragedia, sería un descalabro, un fracaso mundialista. No, no hay tal. El objetivo con el que íbamos ya se logró. Para adelante, todo es ganancia y seguirá superando todo lo que ya hemos hecho en un mundial de fútbol. Y ojalá así sea, y si jugamos la final, bienvenida. ¿A quién no le gustaría?
¿Qué pasa en inversiones? Muchas personas diseñan su inversión pensando en que quiero un retorno de tanto por ciento. Así, compran una acción y se ponen un objetivo. Pero cuando se llega al objetivo, empieza a funcionar dentro del inversionista el sentimiento de codicia de querer lograr más (ya no nos conformamos con los octavos, queremos la final). Y entonces, en vez de tomar la ganancia lograda, espera a que la acción siga subiendo de precio. Y cuando llega la corrección en los precios, el sentimiento de tragedia, descalabro, fracaso (¿vieron estas palabras anteriormente?) se apodera del inversionista. Y piensa que todo es perdido. ¿Por qué sucede esto? Básicamente porque se olvidaron los objetivos iniciales y empezó a funcionar un sentimiento que nos cegaba, a eliminar de nuestra cabeza información que iba en contra de nuestras creencias (que la acción iba a subir indefinidamente), porque empezamos a hacer oídos sordos a lo que no confirmara nuestra expectativa, porque nos dio exceso de confianza (aquel sentimiento que nos lleva a pensar que podemos actuar más rápido que el resto de los humanos ante una noticia que afecte los mercados), entre otras cosas.
En resumen, empezaron a funcionar los sesgos que los académicos de la sicología del inversionista atribuyen a las malas decisiones de inversión. Y ojalá, esos mismos, por el bien de este país, no se trasladen en masa a nosotros, los simples hinchas de la selección Colombia.
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