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martes, 1 de diciembre de 2015

Otra vez, al ataque los impuestos temporales

Otra vez, al ataque los impuestos temporales

Se empieza a discutir en el Concejo de Bogotá una propuesta para cobrar una sobre tasa a la tarifa de parqueaderos públicos de la ciudad, con el argumento de financiar el Sistema Integrado de transporte Público, SITP. No es la primera vez —ni será la última, para nuestro infortunio—, que los dirigentes acuden a contribuciones específicas para financiar algunos proyectos. Lo peor del caso, es que la demagogia funciona siempre, porque en el imaginario público queda la sensación de que esto es cobrarles a los más ricos, para el beneficio de todo el mundo; es decir, una especie de Robin Hood moderno.

Desde la sobretasa a la gasolina, tengo memoria del tránsito de propuestas similares. La sobretasa comenzó, cómo no, como un sobreprecio de los combustibles con el fin de financiar proyectos puntuales que, con el tiempo, se fue convirtiendo en un impuesto permanente, integrado al presupuesto general, que perdió su proyección inicial y quedó financiando gasto puro, es decir, lo que se le ocurra al mandatario de turno, incluyendo la mermelada y la tan famosa aceitada de la maquinaria.

En Bogotá me surgen dudas desde hace varios años, y es cómo en una ciudad que hoy cuenta con muchas más construcciones, muchos más vehículos, muchos más negocios; los impuestos no alcanzan. Más construcción a mayores precios supone mayor recaudo del predial, igual que con los vehículos, que supone mayor impuesto de rodamiento. ¿A dónde van a parar todos estos recursos?

El problema de los impuestos específicos es que todo mandatario se acostumbra a vivir con ellos y luego de lo específico se pasa a lo general, y el impuesto queda permanente. Y eso no debe ser así. Si a una familia le decimos que ajuste sus gastos, porque tienen menos ingresos, por qué no le decimos al gobierno que haga exactamente lo mismo?


No y no a una sobretasa a los parqueaderos de Bogotá. Me late que vamos en camino de convertir los parqueaderos capitalinos en unos de los más caros del mundo (ajustado por el poder adquisitivo de los pesos colombianos), con una excusa puntual, que después nos deja el impuesto general.   

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